Eloisa siempre supo que era diferente. Desde muy pequeña, sentía una conexión con el mundo que los demás no parecían tener. Podía ver más allá de lo que los ojos podían ver, y sentir cosas que otros no podían. En su inocencia, no entendía por qué los demás no veían lo que ella veía, y a menudo hablaba de sus visiones sin pensar en las consecuencias.

Pero a medida que crecía, Eloisa se dio cuenta de que su don no era algo que la mayoría de la gente entendía. Sus padres, preocupados por su hija, intentaron protegerla de lo que consideraban una carga demasiado pesada para una niña tan joven. Le decían que era su imaginación, que no debía prestar atención a esas visiones, que eran solo fantasías sin importancia.

Pero Eloisa sabía que no eran solo fantasías. Sus visiones se hacían más intensas y cada vez más frecuentes. Comenzó a sentirse atrapada entre dos mundos: el real y el que solo ella podía ver. No sabía cómo lidiar con su don, y tampoco sabía cómo hacer que los demás lo aceptaran.

Así, Eloisa se convirtió en una niña solitaria y silenciosa, dedicada a sus visiones y sin poder compartir con nadie más lo que veía. Pero a medida que se acercaba a la adolescencia, comenzó a comprender la magnitud de su don. Podía ver cosas que otros no podían, y eso la hacía especial. Decidió que ya no podía seguir escondiendo su don, y que tenía que aprender a usarlo.

Fue entonces cuando comenzó a investigar y estudiar todo lo relacionado con la videncia y el tarot. Se sumergió en libros antiguos y aprendió a interpretar las cartas del tarot. Descubrió que su don no era una maldición, sino una bendición, y que podía usarlo para ayudar a las personas.

Pero no fue fácil. Cuando Eloisa comenzó a hablar abiertamente sobre sus visiones y a ofrecer ayuda a los demás, muchos la rechazaron. La mayoría de la gente no estaba dispuesta a aceptar que alguien pudiera ver cosas que ellos no podían. Eloisa comenzó a sentirse sola de nuevo, pero esta vez, estaba decidida a no rendirse.

Con el tiempo, Eloisa comenzó a atraer a personas que estaban dispuestas a escucharla y aceptar su don. Se hizo conocida en su comunidad como una vidente y tarotista muy respetada y apreciada. Se dedicó a ayudar a la gente a comprender sus propias vidas y a tomar decisiones importantes. A veces, sus predicciones eran difíciles de aceptar, pero siempre eran honestas y precisas.

Eloisa nunca olvidó lo difícil que fue para ella aceptar su don y asumir la responsabilidad que esto conlleva. Pero también sabía que era una responsabilidad que no podía eludir. Había nacido con un don, y no tenía más remedio que aceptarlo y usarlo de la mejor manera posible.

A lo largo de su vida, Eloisa ayudó a muchas personas. Escuchó sus historias, interpretó sus sueños y leyó sus cartas.